Carta a mi amiga Teresa de una negra campesina
- lasdonasfeministas
- 19 jun 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 11 ago 2022
DE: Judith Valencia
PARA: Hermana Teresa
Yo nací en una vereda que se llama Zaragoza, en un corregimiento Zaragoza, pero yo nací al lado donde pasaba la vía férrea o sea el tren, allí nací.
Querida amiga Teresa, tengo para contarte que toda mi vida ha girado alrededor de la alimentación, de preparar comida. Cuando estoy en la cocina me olvido de todos mis problemas y para mí esa es mi pasión; como sé que la suya es sus tejidos.
Yo nací en una vereda que se llama Zaragoza, en un corregimiento Zaragoza, pero yo nací al lado donde pasaba la vía férrea o sea el tren, allí nací. Me quedé con mi bisabuelo, mis abuelos y mis tíos, digamos por ahí a los cuatro años; de ahí más o menos tengo conciencia porque mi madrina me cogió como a los 6 años. Yo paré con ella más o menos yendo y viniendo de la mina de 2 a 3 años.
Mis tíos y mi abuelo se iban por la noche a embilar; embilar es una forma de pescar, pero de noche, con una cosa que se llama arpón donde los pescados están en la orilla durmiendo y los cogen, los chuzan y los sacan, ahí también sacaban camarón munchillá que es un camarón de río delicioso y llegaban por ahí a las 2:00 de la madrugada con unos bultos, a veces de pescado, y lo echaban en la paila donde mi bisabuela hacía la miel. En mi casa había 2 pailas: una de hierro grande y otra de bronce. En la de hierro molían la caña en un trapiche y preparaban miel; no se usaba azúcar, de vez en cuando se usaba azúcar morena porque bajaban y subían por el tren, y quedaba algún poquito en alguna góndola, entonces la gente subía, la recogía y se usaba solamente esa azúcar, pero la miel la hacían de la caña que cultivaban mis abuelos en esa paila. La empacaban en botellas todas de vidrio, nunca vi empacando la miel en plástico; entonces llegaban de esa pesca que se llamaba embilar y vaciaban ese poco de pescado en esa paila y a esa hora se levantaba mi abuela y sacaban, por ejemplo, los camarones más grandes, los arreglaba y ahí mismo montaban la olla al fogón.
Yo creo que de ahí ya estaba predestinada para que me gustara la cocina, y ahí mismo pelaban banano, iban y cogían las hierbas de azotea y hacían ese tapao y a esa hora yo comía, a cualquier hora así fueran las 4:00 de la madrugada. También se iban a coger el maíz y cuando cogían ese maíz choclo, nosotros, que éramos los niños cogíamos mazorcas y las metíamos al fogón a azar.
Mi abuela era panadera y amasaba el pan a puro pulso en una batea de madera; el pan, valía 10 centavos y hacían pan de 20 centavos, de 50 centavos y así mismo los tamaños. Cuando eran las cosechas, cogían el chontaduro, entonces cuando caía el racimo algunos se desprendían; los que se desprendían se sacaban los que estaban picados de pajaritos, se cocinaban junto con los otros, pero esos se sacaban para picárselo a las gallinas, entonces se ponían gordas, bonitas; entonces en la casa permanecía la olla de chontaduro, la olla de pepa, la olla de ñame, en la casa había comida a toda hora. Yo me subía a los palos de guayaba a comerme la más bonita que encontrara.
La señora, que fue mi madrina que era la hermana de mi abuela, ya me cogió, entonces yo andaba para arriba y para abajo con ella sacando oro. Más o menos desde los 5 años que digamos a las 5:15 de la mañana nos internábamos para la montaña, yo con un carrito y un costalito en mi espalda y caminábamos digamos hora y media donde encontrábamos un lugarcito donde había una chorrera. Si el agua que llevábamos ya se había calentado mucho, en esa chorrerita de agua nos sentábamos, descansábamos, comíamos panela y bebíamos agua y caminábamos otra hora y media. A mí me vestían con pantaloncitos largos, me ponían busitos largos para que no me picaran mucho los zancudos y unas botas negra de caucho.
Al llegar a una quebrada grande, con barra, batea, almocafre, herramientas de mina, sacábamos oro de una manera artesanal, rudimentaria. Uno hacía un hueco en la tierra y bajaba, bajaba, bajaba hasta que llegaba a un lugar donde se llama peña; y de ahí con la barra se picaba, se picaba, se picaba, se sacaba esa tierra revuelta con la peña, se lavaba la tierra donde uno saque una palada de tierra, la lave y uno vea que al fondo de la batea queda esa arena negrita, negrita que se llama jaguil es porque ahí hay oro. Mi batea era pequeñita, de acuerdo con mi cuerpo; una batea y tiene un huequito allá en el fondo, ahí es donde se queda el oro.
Ellos sacaban en 15 días seis castellanos de oro que era una onza, yo sacaba un castellano. Con lo que yo sacaba me compraban ropa y completaban pa’ comida también.
Querida amiga Teresa, me siento muy orgullosa de ser su amiga y me siento muy agradecida porque en los momentos que he necesitado que usted me escuche, me ha escuchado y esas son cosas que solo se encuentran en una amiga. Me gusta mucho cuando hablamos por teléfono y de su boca solo salen palabras bonitas como Dios me bendiga a sus hijos, Dios bendiga a su casa.
Dios me la bendiga
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