Al son de mi guasá
- lasdonasfeministas
- 19 jun 2022
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DE: Victoria Rodríguez
PARA: Su hermana Lucy
Mi abuela rezaba el rosario, de ahí nos sentábamos, merendábamos y se sentaba uno alrededor de ella. Nos contaba historias de Tío Tigre, Tío Conejo, de allá de su monte.
(Canta y toca su guasá)
Gozo, gozo, gozo yo quería
Pero lo buscaba donde no lo había
Gozo, gozo, gozo yo quería.
Querida amiga, hermana, compañera en las buenas y en las malas. Has estado conmigo en mis aciertos y en mis desaciertos. Amiga como tú, solamente tú y mi mamá. Hemos estado en las alegrías, hemos estado en las tristezas, hemos estado acompañadas en nuestras dificultades, nuestro trabajo, en nuestra comunidad, cogidas de la mano de Dios y también de la adversidad. Amiga mía, siempre he querido decirte que tú eres lo mejor que me ha pasado, porque siempre me has acompañado y te he acompañado en el largo caminar. Hemos hecho infinidades de cosas, hemos visitado, hemos paseado, hemos reído y hemos llorado.
Y por eso, al son de este guasá, que es mi fiel compañero, hoy vengo a contarte mi historia. Mi infancia fue una infancia muy bonita, gracias a Dios tuve un padre y una madre que siempre me acompañaron. Jugaba mucho con mis hermanos, de ahí fui creciendo, estudiando, entre risas y cantos. Tuve mis hijos, el mayor anhelo de una mujer y allí el señor se llevó dos porque los necesitaba. Me ha quedado uno y de ese uno que tengo pues es mi anhelo, mi esperanza y la nieta que me regalaron que es mi eterna compañera. Querida amiga hoy quiero contarte esta historia para que me lleves dentro de tu corazón, aunque la tuya es más profunda, porque tienes cuatro caballeros que te llevan por doquier, siempre quitándote el sombrero.
Yo aprendí a tocar guasá porque ví a mi abuela tocar, en las fiestas patronales siempre ella usaba su guasá. Antes, en diciembre se hacía la novena del niño Dios y el 24 se robaban al niño Dios de la Iglesia. En ese tiempo era a las 12 de la noche. Y eso en la calle donde los llevaban, toda la noche era un arrullo. En cuanto a mi infancia te cuento que mi casa era de madera, tenía un patio muy grande donde había árboles frutales y todo era armonía, paz, tranquilidad. Conocí la mata de café porque mi abuela la sembraba. Pepepán, chontaduro, borojó; todo eso se daba detrás de la casa de mis abuelos. Cuando ya crecí aprendí a hacer la crema de viche, bebida ancestral que se hace con leche y viche y es una bebida afrodisíaca y también de nuestros ancestros. Por las tardes nos sentábamos en los patios a comadrear, a tejer, a jugar esos juegos que hoy ya no se ven. Jugábamos a la casita, jugábamos al gato y al ratón, jugábamos a la escuelita y también a la tiendita, con las cosas que nos robábamos de la cocina de mi abuela. Jugaba con mis hermanos, mis vecinos, mis primos. Mi abuela tenía un carácter muy fuerte, pero al mismo tiempo era amorosa. Sino que le gustaban las cosas como rectas. Pero de todos modos uno muchacho siempre metía la mano y se robaba el puñadito de arroz, que la pata de cebolla y hacia uno su tienda. Las piedras eran las monedas y pedazos de papel eran los billetes.
Otra cosa que recuerdo mucho de mi infancia, los sabores de la comida, los olores. Ay cuando uno venía de la escuela con esa hambre. Uno decía aquí donde doña Rosa están cocinando tollo, aquí donde doña Parmenia están cocinando fríjoles, ay en mi casa qué estarán haciendo.
Ay, tantas historias que nos contaba mi mamá. Mi mamá nos contaba que mi abuela era muy devota de las ánimas. Entonces cuando llegaban las 6 de la tarde ella decía: “Ave María Purísima” y todos teníamos que contestar: “Sin pecado concebido”, “Ave María Castísima, sin pecado concebido”. Bueno, ahí empezaba su rosario y les rezaba a las ánimas. Un día mi abuela no rezó y una bulla en la casa, no se entendía nada, tiraban las tapas, las ollas, todos los envases. Y salía la gente, iba a la cocina, nada tirado en el suelo. Dice mi abuela a las 10 de la noche, ay yo no les recé a las ánimas. Entonces se levanta “vea les voy a rezar su rosario, pero no vayan a volver por aquí que no les voy a rezar más”. Y verdad, mi abuela les rezó y se acabó la bulla. Mi abuela no les volvió a rezar, rompió el pacto con las señoras porque las ánimas son muy alcanzadas.
Mi abuela rezaba el rosario, de ahí nos sentábamos, merendábamos y se sentaba uno alrededor de ella. Nos contaba historias de Tío Tigre, Tío Conejo, de allá de su monte.
(Canta y toca su guasá)
Pero vino Cristo, el dador de la vida
Y me dio el gozo, del que yo quería.
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